viernes, 16 de agosto de 2013

Un café con Unamuno

También esta semana se han vendido poco, muy poco, la obra inmortal de don Miguel de Unamuno.

Y eso a pesar de que los libreros consideran que Del sentimiento trágico de la vida es un clásico de la literatura humorística, la comedia ideal para la tumbona de verano, con sombrilla y un vodka con limón y hielo picado.



Cuando los libreros leyeron la obra inmortal aún no había televisiones privadas y, por eso, la voz del rector de Salamanca, les resultó insólita y vanguardista. Unamuno discute con la cazurrería y marrullería de cualquier tertuliano televisivo, al parecer decidido a convencer a Dios en persona de que él merece la inmortalidad. Su creencia parece ser la de que, si logra embaucar a Dios, si le intimida levantando la voz o aportando pruebas inventadas, pues igual no se muere nunca y se queda para siempre de rector.

Muy recomendable.

Miguel de Unamuno y Jugo


Con ocasión de la concesión a esta obra del preciado galardón de "worst-seller", los libreros consideran adecuado reproducir las enternecedoras palabras que dedicó a Unamuno el siempre cándido y cariñoso César González-Ruano, tan generoso como siempre con el talento ajeno y agudo lector de obras filosóficas.

Así le evoca González-Ruano:

Unamuno tomaba, por ejemplo, una taza de café. Pues bien, apartaba un terrón de azúcar, revolvía el resto, lo bebía a pequeños sorbos haciendo ruido... Luego, cuando la taza estaba vacía, echaba el terrón reservado y un poco de agua, revolvía aquella porquería y lo apuraba de un trago. También resultaba fastidioso su sentido reverencial del dinero o, por otro nombre, roñosería.


César González-Ruano



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