lunes, 19 de agosto de 2013

Ilustres visitantes

Quién les iba a decir a los libreros que, un día, en sus viajes por todo lo largo y ancho de este mundo, aterrizaría por Cercedilla, como acostumbra desde hace décadas, nada menos que el legendario Capitán Tan.

Y que además iba a venir a la Librería Fuenfría.

¡El Capitán Tan! El del salacot. El amigo de Locomotoro y Valentina. El que acompañó todas las meriendas de la infancia del librero. ¡El Capitán Tan en persona, in the flesh, en carne y hueso!


La mejor compañía de los Sres. Chicos


Solía decir Freud que la felicidad no es otra cosa que cumplir, en la edad adulta, un sueño de la infancia.

Esto lo dijo después de charlar con Schliemann, de quien afirmó que era el único hombre de verdad feliz que había conocido.

Al librero tenía que haber visto este sábado don Segismundo Freud: menuda sonrisa se le quedó. Un hombre feliz, radiante, capaz de todo, convertido por fin en un librero chiripitifláutico.

Si hasta se le movían los mofletes, como a Locomotoro.

Por cierto, si no recuerdas el número de teléfono de Locomotoro, eres demasiado joven.

Oh Captain! My Captain!

Venía mi capitán sin su inseparable salacot, hay que suponer que por motivos de seguridad, aunque se tocaba con una gorra de béisbol, sin duda para aumentar el confusionismo y como astuta maniobra de distracción.

He aquí al Capitán Tan haciendo feliz a un librero que, antes de llegar a serlo, fue un niño que le miraba con ojos como platos en la tele en blanco y negro.

Por razones de seguridad ha sido necesario mantener en la penumbra el rostro del Capitán Tan, para no poner en peligro su vida. Sin embargo, el gesto del dedo dogmático y docente es inconfundible:


El Capitán Tan en Librería Fuenfría


Charlaron de esto y de aquello el librero y el Capitán Tan, aunque el secreto profesional impide difundir tan extraordinario cambio de impresiones, así como los libros, pergaminos y mapas en los que se interesó el Capitán Tan, que seguía hablando con su estilo inimitable:

--Piazzere, piazzere, como se dice en la dulce Italia, amigo mío, lo que me trae a la cabeza aquella ocasión en que, en una cacería...

El librero cambia impresiones con el Capitán Tan

Ningún niño desea de verdad la riqueza, un 4x4, ser ministro, comprar un chalet o tener una VISA ORO.

Por eso, cuando un adulto cumple esos deseos, nunca es feliz. Jamás.

Lo que hace feliz es cumplir un deseo, no nuestro, sino del niño que fuimos, como le pasó a Schliemann, que descubrió Troya.

Encontrar un tesoro: eso sí es un deseo de niño.

O conocer al mismísimo Capitán Tan.

Librería Fuenfría: proveedor oficial del Capitán Tan.

Ahí queda eso.

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