viernes, 20 de marzo de 2015

¿Se siente escritor el tarambana?

Por muy tarambana que sea el autor, su novela es más decente que una lata de sardinas y por tanto se resiste a mantener relaciones con lectores a quienes no haya sido presentada, así que hubo que pedirle el favor al amigo Mario Cuenca Sandoval, que es una de las personas más decentes, distinguidas y decorosas de Córdoba, donde los lectores de sobra saben que a una novela, si la presenta Mario Cuenca, hay que respetarla y no tienen más remedio que ir con buen fin.

Diéronse pues la mano, mientras Mario improvisaba las virtudes de la novela ante los recelosos lectores y les aseguraba que tocaba el piano y hablaba idiomas, que no estaba descalza, que era hacendosa y de buena familia, que no se le caían los anillos si había que hacer cualquier cosa y que sabía entretenerse sola.

Había lectores que ponían ojos soñadores al contemplar su cintura estrecha, con una faja roja que bien podría servir de liga en un hermoso muslo, aunque  luego arrugaban la nariz al descubrir su sonrisa irónica y esa mirada entre melancólica y miope, que parecía enfocada a algo por detrás de la persona con quien hablaba, fuera del alcance de su vista.

Al día siguiente, en Sevilla, ídem de lienzo. Allí lo más decente que se pudo encontrar fue Daniel Ruiz García, viejo amigo y ahora compañero de equipo del tarambana, pues Daniel ha sido fichado por el Tusquets y en abril saltará al terreno de juego a darlo todo con su nueva novela.

Era la primera vez que el tarambana veía llover a cántaros en  Sevilla. Se refugió en el bar de Nuria Lupiáñez, La Mercería, donde desayunó un whisky tan bien acompañado:


Luego, en el interior, se documentó para una novela en la que planea desvestir a varias damas y caracterizar a los personajes por su elección de lencería:


Tras tomar notas en una libreta, en cuanto empezó a llover, se fueron Nuria y el tarambana a recorrer Sevilla, primero al programa Es la vida, donde se rió tanto como de costumbre:



Luego a ver al amigo Alejandro Luque, que cada vez consigue tirarle más de la lengua, y lo logró durante la entrevista en la biblioteca Infanta Elena:


A la hora de comer, el único plato que el tarambana encontró conveniente fue solomillo al whisky, que le fortaleció para las presentaciones.

Tras la generosa mediación de Daniel, los lectores accedieron a saludar a la decente novela. Luego nos fuimos a tomar más whiskies, para no mezclar, y al día siguiente, cuando llegó a casa, su novia le dijo al tarambana que si estaba contento de que le trataran como escritor, que si había disfrutado de los elogios (por fingidos que fuesen), y los halagos (aunque salieran de boca chica), de aparecer en los papeles y por la radio.

--Mucho menos que cuando escribía la novela en la trastienda, la verdad.

Y recordó el tarambana aquella carta en que Louise Colet se quejaba a Flaubert de lo sola y frustrada que se sentía escribiendo y cuánto deseaba ver su libro publicado para disfrutar por fin de ser escritora.

Flaubert le contestó que nunca iba a sentirse más escritora que en esas horas en las que se sentía sola, agotada ante la página inacabada, mano en mejilla y sin saber cómo seguir adelante.

Sólo en esos momentos, vino a decirle, había logrado ser escritora de verdad.

Así le sucede al tarambana. Se siente más escritor en la trastienda de la librería que recibiendo un aplauso.

Más escritor esas mañanas malditas, en las que nada se le ocurre, pero sigue sentado a la mesa; cuando de la roca del idioma, por más que arañe y dé martillazos, sólo logra arrancar guijarros inservibles, idénticas construcciones sintácticas, como si ya no quedaran más preposiciones en español que "sin embargo" y "tras"; los mismos adjetivos planos, hasta escribir tres "opaco" en dos párrafos; varios verbos seguidos de la misma conjugación, para que se multipliquen las rimas internas; esos irremediables "como" y "que" propagándose en cada renglón como malas hierbas.

Pero sigue escribiendo, tecla a tecla, más escritor que nunca.

Más escritor cuando se desespera por su propia torpeza, pero sigue intentándolo. Y mucho menos, casi nada escritor cuando elogian su novela.

Mucho más novelista cuando la novela sólo son unos nombres en un cuaderno, una fechas de nacimiento, un par de notas sobre quién se acuesta con quién y lo que pasa luego.



Y mucho menos cuando es un libro editado con su faja roja (del tamaño de una liga).

Mucho más escritor cuando termina de corregir una trabajosa página a máquina.


Y mucho menos cuando ve esa misma página impresa:


Son momentos duros los de la trastienda, horas de inseguridad, de tomar decisiones equivocadas, de no saber si está haciendo una tontería, de sentirse inútil, pero al final esos son los únicos momentos en que el tarambana se siente escritor de verdad, capaz de seguir escribiendo a pesar de todo; son los momentos, las horas difíciles que contienen toda la felicidad de escribir, tan frágil que es necesario protegerla con un velo de cansancio, tristeza y frustración.


6 comentarios:

  1. enhorabuena por el post, sobre todo por el registro. Y yo no sé nada de literatura. Pero un libro con este registro es éxito seguro.
    Saludos, librero escritor, escritor librero.

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  2. Gracias, anónimo, y Dios te oiga en lo del éxito. Un abrazo

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  3. Joder, Rafael. Cómo ha cambiado todo. Ni para bien ni para mal. La vida es una cosa de estarse por ahí como un muermo y, sí es verdad, mejor con un whisky. Pero yo no bebo y tú no solamente bebes, sino que lo haces con tías buenas. En fin... aparte las endivias

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  4. Me ha emocionado la segunda mitad de esta entrada Rafae, que podría ser el inicio o la continuación de la que publicaste el 27 de febrero.
    Es una lección de literatura, una declaración de principios, un camino a seguir, una manera de entender la escritura, o quizá, la única manera un tanto decente que existe de entenderla.

    Estoy leyendo la biografía que ha escrito Josep Mª Cuenca sobre Juan Marsé. En ella se desvela la correspondencia entre Paulina Crusat y el autor catalalán. Algo parecido a lo que hizo Crusat con Marsé has conseguido tu en estas dos entradas. Como mínimo, para mí, pues produce el mismo efecto.
    ¡Salud!

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  6. Muy buen articulo. Es muy duro ser escritor pero si algo cuesta es porque realmente merece la pena.

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